miércoles, 4 de febrero de 2015

Reseña: Eleanor & Park de Rainbow Rowell


Sí, sé que este no es el libro que tendría que estar leyendo. Incluso sé que me he saltado los libros que iba a usar para relajarme un poco de Yes Please! y volver a ponerme en modo biografía. Pero no me he podido resistir. Primero, por motivos que diré cuando haga la reseña de los otros dos libros de  Moderna de Pueblo pero sobre todo porque este libro lo vale.

No me arrepiento nada de haber dejado que se salte la cola de la discoteca, se ponga en la barra y le pongan la copa antes que al resto de libros que llevan esperando semanas. Se lo merece. 

 Primero, porque los personajes están vivos. No solo Eleanor y Park, de ellos te lo esperas; son los protagonistas, son el título. Todo el desfile de personajes secundarios es excelente. La madre de Park, su hermano, los chicos del autobús Steve y Tina. Todos son maravillosamente reales. Sus acciones son coherentes, sus frases adecuadas a ellos. Estás esperando que el autor meta la pata pero no lo hace. Cada uno de ellos es diferente del resto.
Me ha encantado la decisión del autor de narrar en POV (point-of-view). Una historia así de personal, vista de forma alterna de cada uno de sus puntos de vista hace que la novela gane. Mucho.
La trama te la esperas. Te la cuentan en la solapa, sabes que es una historia de amor. Así que durante la mayor parte simplemente eres un espectador. No te implicas. ¿Para qué? Todo se desarrolla de forma normal. Chico conoce chica. Chica conoce chico. Música. Roces. Lo de siempre. Hasta que cambia. Y entonces duele, y es duro. Y se acaba el libro.
Sinceramente por lo que acabo de escribir tendría que ser un 3/5. Un buen libro, que algunos les encantará y otros dirán meh, pero que no es malo. Sinceramente tardé casi una hora en encontrar el motivo por el que le quería dar la cuarta. Porque quería. Vaya si quería... Hasta que me di cuenta que esa línea final lo decía todo. Y se merece la cuarta. Y no una cuarta estrella raspada. Sino una que pueda lucir orgulloso. 
Porque tres palabras lo valen.

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